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viernes, 11 de abril de 2014

Papa Juan Pablo II: ¿Por que es Santo?


Con motivo de la Canonización de Papa Juan Pablo II este 27 de abril de 2014 compartimos con ustedes este artículo publicado por al página WEB: 2popesaints.

Tomado de: http://2popesaints.org/ES/JuanPabloII

El Beato Juan Pablo II era un "hombre de oración". En él el deseo de perfección se manifestaba tan fuertemente que lograba tener siempre despierto el espíritu a través de la oración incesante y la escucha meditada de la palabra de Dios. La Eucaristía constituía el centro de su vida. Su fe profunda y la confianza en la ayuda divina en los eventos críticos de la vida, como también el total abandono en la ayuda materna de la Beata Virgen María, se manifestaban con particular fuerza en los momentos de oscuridad, como, por ejemplo, después del trágico atentado de 1981 o durante la dura prueba del avance de la enfermedad. Agradecía siempre y atribuía a Dios los méritos por todo don recibido.

La infancia no fácil, marcada por tres lutos, y el ingreso en el Seminario justo en el periodo en el cual la guerra había obligado a cerrarlo, corroboran ciertamente su coraje.

Como Arzobispo de Cracovia jamás titubeó delante de los numerosos obstáculos impuestos por el régimen comunista polaco al derecho de profesar la propia Fe. Con fortaleza supo intervenir a favor de los derechos de las personas, sin perturbar con ello el orden público, combatiendo como buen cristiano su batalla aun cuando tales impedimentos parecían insuperables.

Su primer lema "¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!" pronunciado durante la celebración de apertura del ministerio marcó su programa durante su largo Pontificado, permaneciendo vivo en los corazones de los fieles aun después de su muerte.

Como Sumo Pontífice, el 13 de mayo de 1981, día que señaló el inicio de una segunda fase de su pontificado, obtuvo del Señor la gracia de poder derramar la propia sangre en nombre de la Fe, como él mismo dijo en referencia a lo acontecido.

En los numerosos sufrimientos morales y durante la enfermedad física anunció el precioso valor salvífico del sufrimiento humano unido al misterio de la Cruz de Cristo.

Sostuvo el anhelo de libertad de los pueblos oprimidos por los diversos regímenes y totalitarismos, afirmando la dignidad inviolable de todo ser humano.

Promovió y vigorizó el diálogo ecuménico, buscando la unidad y la paz en la viva esperanza de un futura plena comunión con los hermanos separados.

Un signo extraordinario de su esperanza fue la confianza que depositó en los jóvenes, esperanza de la Iglesia del mañana.

Dio de comer y de vestir a los necesitados, cuidó de los mendigos, se preocupó por la suerte de sus parientes ancianos, compartió el dolor de los sufrientes, destinó para ellos dinero propio, visitó a los enfermos y a los presos. Además, instruyó, aconsejó a los desorientados de corazón, ofreció el propio perdón a quién atentó contra su vida y a cuantos lo habían ofendido, soportó con paciencia a las personas que eran con él más hostiles

Hacia fines de los años '90, aparecieron los primeros síntomas de la "enfermedad de Parkinson", que lentamente lo obligaron a ejercitar su ministerio desde una "silla de ruedas". Todos han vivido con particular participación y admiración la fuerza con la cual supo enfrentar, especialmente en los últimos años, las obligaciones pastorales en aquellas difíciles condiciones.

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