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jueves, 28 de agosto de 2014

San Agustín de Hipona (354-430)

Breve biografía
San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en el África romana. El creció y fué formado en la fe cristiana, especialmente por su madre Santa Mónica, pero no recibió el bautismo. Era un estudiante ambicioso, de talento brillante y pasiones violentas, tempranamente perdió tanto su inocencia como su fe. El persistió en su vida irregular hasta la edad de 32 años. Encontrándose en Milán, donde enseñaba retórica, el nos cuenta que la fe de su infancia volvía a tomar posesión de su intelecto, sin embargo el no se decidía por completo a romper las cadenas que le ataban a los malos hábitos.

Un día, impresionado su corazón a la luz de algunas conversiones, pregunta: "¿Qué es lo que nos pasa? ¿Qué es esto que has oído? Se levántan los indoctos y arrebatan el cielo, y nosotros, con todo nuestro saber, faltos de corazón, ved que nos revolcamos en la carne y en la sangre." Luego salió al jardín, cuando un largo y terrible conflicto estalló. De pronto, se oyó una voz de niño o niña, no lo supo, diciendo y repitiendo muchas veces con cadencia de canto: "Toma, lee; toma, lee." Apresuradamente, tomó el libro del Apóstol y leyó en el primer capítulo: "No en comilonas y embriagueces, no en lechos y en liviandades, no en contiendas y emulaciones sino revestíos de nuestro Señor Jesucristo y no cuidéis de la carne con demasiados deseos." (Romanos 13,13) Así, la batalla fue ganada. Agustín recibió el bautismo, regresó al hogar, y donó todo a los pobres.

En Hipona, donde se estableció, fue elegido obispo en 395. Por treinta y cinco años Agustín fue el centro de la vida eclesial en Africa y el campeón más poderoso contra la herejía, mientras sus escritos han sido aceptados en todas partes como una de las fuentes principales de la devoción y la teología.

SEGUNDA LECTURA / JUEVES DE LA SEMANA XXI / Del Común de pastores: para un santo obispo y del común de doctores de la Iglesia - Salterio I. / 28 de agosto /  SAN AGUSTÍN, obispo y doctor de la iglesia. (MEMORIA).

Del libro de las Confesiones de san Agustín, obispo
(Libros 7,10.18;10, 27: CSEL 33,157-163. 255)
¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: "Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí."
Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.
¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

Puedes leer Las Confesiones de San Agustín en este enlace: Confesiones-San Agustin


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